Marzo 29, 2010
por Martina Orrego El 27 de febrero una gran parte de Chile se fue al suelo. Todos lo sentimos. Algunos más que otros. El costo que dejó el terremoto se estima en 30 mil millones de dólares. Todos lo hemos escuchado una y otra vez en los distintos medios de comunicación. Pero quienes se encargarán de la reconstrucción de nuestro país es algo que no todos sabemos y que, tal vez, nunca estará del todo claro.
Una cosa sí debería estar clara para todos: mucha gente perdió todo lo que tenía, incluso a seres queridos, pero sólo unos pocos comenzarán a ganar con este desastre.
El negocio para quienes serán los encargados de poner a Chile de pie es enorme. Los 30 mil millones en contratos de reconstrucción (o tal vez calza mejor “construcción” sencillamente) es plata que a alguien se le debe pagar. Viviendas, colegios, hospitales, carretereras y un largo etcétera de obras deberán ponerse prontamente en marcha. Y sí, supongamos que habrá licitaciones para todo esto. Pero vivimos en Chile, donde sólo algunos “califican” y tienen los “méritos” necesarios para ganarse este tipo de concursos públicos. Es en el mismo país donde sólo unos pocos se siguen enriqueciendo a costa de muchos. Y en este caso aún más penoso, se enriquecerán por la tragedia de muchos.
Pero hagamos algo de historia para entender lo que podría venir. Cuántos casos de irregularidades en la adjudicación de licitaciones hemos escuchado este último tiempo. Transantiago y sus deficiencias, Sergio Verdugo en el cuestionamiento por el contrato de la empresa Tribasa, y como dejar pasar el escandaloso caso Mirage donde se compraron aviones por más de 100 millones de dólares, los que resultaron ser defectuosos y sólo habrían sido adquiridos debido a que altos mandos de la Fuerza Aérea, e incluso dos ministros de Defensa, fueron receptores de “comisiones”. Esto es el ejemplo de lo que NO queremos que pase, pero que podría pasar, cuando se habla de adquisición de implementación para una nación.
El Ministerio de Obras Públicas probablemente será el principal administrador (o gastador) de los dineros que se destinen para la reconstrucción nacional. Pero el currículum del MOP nos cuenta de sobresueldos, fraudes al fisco y cuanta irregularidad en un organismo público podría existir (es cosa de preguntarle a Gloria Ana Chevesic). Aunque, se supone, con una nueva administración las cosas deberían cambiar ¿Deberemos confiar? El desprestigio es difícil de eliminar de la memoria colectiva. Hay otros rostros en La Moneda, pero eso no quiere decir que sean rostros nuevos.
Chile tiene bastante trabajo por hacer, es una realidad. El Presidente Sebastián Piñera estará a la cabeza de todo el proceso que viene. Por un lado, se podrá lucir si hace bien las cosas, incluso podría jactarse si es que logra cumplir los ejes de su plan de gobierno con todos los costos del terremoto. Pero si se vuelve a gestionar el crecimiento del país de forma irresponsable, entregando el poder de lo que se va a hacer no a los más idóneos sino a los que más sirve que lo hagan, la derecha, a cargo de su Presidente, se habrá perdido la oportunidad de “hacer las cosas bien”, como tanto lo han dicho desde la vereda de la oposición.
Nuestro país pareciera llevar años en construcción. Construyen un puente por aquí, inauguran una línea de metro por acá, adquieren una flota de buses por allá, entre tantas otras compras e inversiones. Sólo esperemos que quienes lideren la reconstrucción post terremoto estén conscientes de lo riesgoso que es hacerlo sólo con una mentalidad capitalista. Los negocios son negocios, pero no a costa del bienestar de las personas.
lunes, 29 de marzo de 2010
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