miércoles, 10 de marzo de 2010

¡Fuerza Chile!

Por Antonio Mercader
El País, Montevideo
Un país con temple, eso ha probado ser Chile tras el terremoto que le costó medio millar de vidas, una merma del 15% en su PBI, daños terribles en su infraestructura y medio millón de personas sin hogar. Fue emocionante ver la secuencia de la Teletón chilena que el pasado fin de semana recaudó 60 millones de dólares en donaciones. La imagen de Bachelet y Piñera juntos, cantando el himno entre personalidades de todos los ámbitos, simbolizó la unidad nacional con que ese país encara su reconstrucción.
Un ejemplo.
Mañana, cuando Sebastián Piñera asuma la presidencia, sabe que contará con el apoyo de la izquierda pues ya pactó la aprobación de leyes de emergencia para socorrer a las víctimas del sismo y tsunami. Sabe también que no le será fácil cumplir su programa de crecer al 5% anual, reformar la educación, mejorar la seguridad y crear 200.000 nuevos empleos anuales como prometiera. Empero, recordando aquello de que a mal tiempo buena cara, anunció que su gobierno será evocado como "el de la reconstrucción" y no el del terremoto pues redoblará fuerzas para recuperar al país malherido.
Para lograrlo, no sólo cuenta con el respaldo de la oposición sino también con 11.200 millones de dólares del Fondo de Estabilización Económica, esa alcancía que Chile fue llenando, sin dilapidar estos años de bonanza económica. Para afrontar las contingencias imprevistas es el ahorro, una lección que Chile brinda a países como el nuestro en donde, recordemos, la administración de Tabaré Vázquez gastó alegremente el plus de ingresos extras obtenidos en el último quinquenio.
Esas son las políticas que hacen la diferencia pues Chile, pese a esta tragedia, se apresta a dejar de ser un país subdesarrollado en unos ocho años, una meta que nosotros estamos lejos de avizorar. Lo prueba nuestra tibia reacción ante los pocos desastres naturales padecidos, carentes por cierto de la crueldad del cataclismo chileno. El último episodio de gravedad fue el tornado de agosto de 2005 que segó diez vidas, derribó 4.000 árboles sólo en Montevideo y bloqueó rutas y calles. La respuesta oficial llegó tarde y sin un sistema de emergencia adecuado. Imaginen qué sería de nosotros si sufriéramos un sismo.
La capacidad de reacción de los chilenos es admirable. Aparte de las críticas a la indecisión inicial de Bachelet, el gobierno adoptó la crucial decisión de decretar el estado de sitio y sacar las tropas a la calle para controlar saqueos y desmanes. El llamado a la solidaridad lanzado por los líderes tuvo tanta llegada que hasta los saqueadores de supermercados, que robaron electrodomésticos y otros enseres, empezaron a devolverlos en forma voluntaria.
Un país no sólo se templa en la adversidad sino que, en casos de calamidad, exhibe ante el mundo su real contextura. Es lo que ocurre con Chile, nación de geografía tan loca como peligrosa, otrora cerrado tras la cordillera y hoy abierto al mundo con una economía basada en las exportaciones. Al dolor lacerante que lo embarga sobrepone ese optimismo y energía envidiables sintetizados en esa consigna que resuena de Arica a Punta Arenas: "¡Fuerza Chile!".

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