Terremoto en Chile: Sin mirar atrás
04.03.10
El tsunami provocado por el terremoto se tragó al menos la mitad de las casas de Tubul, un pueblo de 4.000 habitantes dedicados en su mayoría a la pesca de mariscos y cultivos de algas. Los pobladores saben que deben abandonar para siempre el lugar donde muchos de ellos nacieron y vivieron porque ahí ya no está en condiciones habitables.
Tubul, una pequeña localidad pesquera del sur de Chile, quedó completamente destruida por el Tsunami y sus pobladores deberán abandonar para siempre el lugar - AP
"De aquí tenemos que irnos", aseguró Daniel Navarro, de 45 años, presidente de la Asociación de Pescadores de Tubul, frente a la costa del Pacífico y a más de 700 kilómetros al sur de la capital chilena.
El impacto de las olas fue tan grande que cambió incluso la topografía y ahora la costa del océano Pacífico está al menos 100 metros más alejada de la orilla del mar, mientras la lengüeta de arena de la playa es hoy un cementerio de cajas de madera, restos de muebles, ropas, entre otros objetos que fueron de uso personal.
"Demoraron años que pusieran el alcantarillado y las tuberías, ahora se reventaron (por la vibración del terremoto)... este ya no es un lugar apto para vivir", confesó Navarro, de pie junto a uno de los tres campamentos que improvisaron los lugareños.
La Asociación reúne a los 770 pescadores indicó que su gente se salvó de morir durante el tsunami porque las marejadas llegaron casi dos horas después del terremoto.
El alcalde de Tubul, Sergio Lagomarcino, expresó que podrían mudarse a terrenos enfrente de esta localidad pero necesitarían el apoyo financiero del gobierno. Afirmó que quieren salir del pueblo "porque no hay nada que reconstruir... todo está abajo o destruido".
Los vecinos de Tubul no han recibido hasta ahora agua, ni electricidad, llevan cinco días viviendo en las colinas.
Marta Salazar, de 46 años, quien asumió la coordinación de los tres campamentos donde se refugiaron los vecinos, expresó que "un adulto aguanta (el hambre) pero ¿y los niños, qué?".
"No sabemos que vamos a hacer, esto no es vida", agregó. Salazar que perdió en el tsunami la pequeña panadería que tenía en Tubul.
La Asociación ahora se quedará sin el negocio de la venta de mariscos y de algas, que producía de 120 a 150 toneladas al mes y representa 15 a 20 millones de pesos (entre 30.000 y 40.000 dólares).
"El futuro lo vemos oscuro, hay gente que tiene su trabajo pero nosotros que vivimos del mar, ¿qué vamos a hacer?", se preguntó Salazar.
El teniente del ejército Fabián Ríos, que llegó a Tubul con 25 hombres dijo que llegaron a prestar seguridad, pero ayudarán a limpiar las calles. "La verdad, pensaba que estaba en otro país", confesó Ríos, al ver la destrucción del poblado. "Da pena ver a la gente perder sus cosas", agregó.
Navarro comenta que "cuando la presidenta decía que no había alerta de tsunami, ya había pasado la primera ola. Siempre le tuve miedo a que esto pudiera pasar".
El impacto de las olas fue tan grande que cambió incluso la topografía y ahora la costa del océano Pacífico está al menos 100 metros más alejada de la orilla del mar, mientras la lengüeta de arena de la playa es hoy un cementerio de cajas de madera, restos de muebles, ropas, entre otros objetos que fueron de uso personal.
"Demoraron años que pusieran el alcantarillado y las tuberías, ahora se reventaron (por la vibración del terremoto)... este ya no es un lugar apto para vivir", confesó Navarro, de pie junto a uno de los tres campamentos que improvisaron los lugareños.
La Asociación reúne a los 770 pescadores indicó que su gente se salvó de morir durante el tsunami porque las marejadas llegaron casi dos horas después del terremoto.
El alcalde de Tubul, Sergio Lagomarcino, expresó que podrían mudarse a terrenos enfrente de esta localidad pero necesitarían el apoyo financiero del gobierno. Afirmó que quieren salir del pueblo "porque no hay nada que reconstruir... todo está abajo o destruido".
Los vecinos de Tubul no han recibido hasta ahora agua, ni electricidad, llevan cinco días viviendo en las colinas.
Marta Salazar, de 46 años, quien asumió la coordinación de los tres campamentos donde se refugiaron los vecinos, expresó que "un adulto aguanta (el hambre) pero ¿y los niños, qué?".
"No sabemos que vamos a hacer, esto no es vida", agregó. Salazar que perdió en el tsunami la pequeña panadería que tenía en Tubul.
La Asociación ahora se quedará sin el negocio de la venta de mariscos y de algas, que producía de 120 a 150 toneladas al mes y representa 15 a 20 millones de pesos (entre 30.000 y 40.000 dólares).
"El futuro lo vemos oscuro, hay gente que tiene su trabajo pero nosotros que vivimos del mar, ¿qué vamos a hacer?", se preguntó Salazar.
El teniente del ejército Fabián Ríos, que llegó a Tubul con 25 hombres dijo que llegaron a prestar seguridad, pero ayudarán a limpiar las calles. "La verdad, pensaba que estaba en otro país", confesó Ríos, al ver la destrucción del poblado. "Da pena ver a la gente perder sus cosas", agregó.
Navarro comenta que "cuando la presidenta decía que no había alerta de tsunami, ya había pasado la primera ola. Siempre le tuve miedo a que esto pudiera pasar".
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